En mi artículo «Las putas no existen», abordé un tema personal y controvertido que me ha llevado a explorar diferentes perspectivas sobre la existencia de esta y otras expresiones dañinas. Reconozco que mi óptica no necesariamente es la misma de otros, por lo que invito a reflexionar y a escuchar a mis invitadas y así obtener una visión más amplia.
En esta producción audiovisual busqué analizar las etiquetas y estigmas asociados al sexo femenino. Durante este proceso, experimenté una profunda decepción al examinar el tesauro de las palabras «prostituta» y «prostituto» en Wiktionary. Indagando, conseguí un término que hizo fluir en mis venas una especial indignación, mi corazón palpitó con un golpe patriótico que tenía tiempo sin sentir. ¿Quizás, te pase lo mismo?
También encaré la rivalidad femenina y la importancia de la fortaleza colectiva. Mis amigas expresaron su tristeza y malestar al ver cómo las mujeres a menudo nos atacamos y juzgamos entre sí; a pesar de los avances del feminismo y el empoderamiento.
Me encantó hablar con estos mujerones la necesidad de vivir nuestras propias vidas sin preocuparnos por la opinión de los demás. En nuestras reflexiones, enfatizamos el poder de amarnos a nosotras mismas y de rodearnos de personas que nos quieran.
En conclusión, existan o no existan, me quedó claro que la palabra “puta” o cualquier otro insulto, siempre serán una gran y enorme oportunidad. Estos encuentros con inquietantes vocablos y localismos, son el momento propicio para desarrollar una actitud de fortaleza y resistencia ante situaciones desafiantes.
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«Una mujer es como un saquito de té, nunca sabes lo fuerte que es hasta que se encuentra en agua caliente.»