Todo el mundo me dice que “pase la página”, que ya han pasado diez años y que mi vida y la familia que ahora tengo están fuera de Venezuela. Me dicen que la Venezuela de hoy no es la misma que yo extraño, que ya eso pasó y que no va a volver. Y ni hablar de las fechas importantes, como la Navidad, los cumpleaños, el Día del Padre, y sobre todo, el Día de la Madre, uffff, esa me duele mucho. El Día de la Madre es especialmente doloroso porque ahora soy mamá y mis hijas no conocen a mi gente. Pero es que mi gente también está aquí, un poco confuso, ¿cierto?
En fin, me dicen que eso ya es pasado. Pero para mí no lo es, es presente. La distancia duele, y duele en el presente. Venezuela hoy es como una fusión, una conexión entre mi pasado y mi presente. Quizás eso cambie con el tiempo, pero hoy, es así. Como dicen allá, “e’ lo que”.
¿Sabes qué pasa? Que irme no fue voluntario, fue una necesidad. Hoy en día, cuando me preguntan, soy sincera: “me tuve que ir”. Me encantaría decir “me quise ir”, pero no es así, la situación me sacó a patadas del país. Lo ideal es que si alguien se va de su país natal sea porque quiere, no porque tiene que irse.
Y ahora vienen las elecciones y yo sigo aquí, en Venezuela, pendiente. Me imagino en la cola para las elecciones, reencontrándome con amigos, saludando, hablando, esperando con una sonrisa en la cara y ligando que respeten los resultados.
Me podrán decir ilusa, pero no me importa. Yo voy a seguir aquí, con la esperanza que nunca he perdido, porque es que yo soy así, soy venezolana.
Nunca pensé que podía estar en dos lugares al mismo tiempo, pero yo sigo aquí, en Venezuela, a través de una pantalla, pero sigo aquí.